domingo, 13 de septiembre de 2009

Pausa nº 23.

Hay amores inolvidables... el primero, el más largo, el más corto, el más difícil, el mejor, el peor... o tal vez nunca se lleguen a tener tantos amores...
En mi caso, todas las noches lloré por dos amores. Con sus puntos en común, con sus diferencias abismales. Dos amores a distancia, dos amores eternos desde su comienzo hasta su fin... dos amores que me enseñaron a amar. A reír, a llorar, a luchar cuando parecía inútil, y a levantarme cuando la resignación llegaba antes de tiempo.
Dos amores, dos personas que nunca dejé ir de mis adentros... dos amores, uno que me hirió, uno que lastimé, los dos irrepetibles. Uno con tantas posibilidades como estrellas en el cielo, uno con tan pocas como barriletes en la luna... los dos con tanto amor como arena en el desierto, como agua en el océano.
Dos amores que extrañé cada atardecer frente al río, cada lluvia en mi ventana. Dos amores que necesité cada día de mi vida... sí, los dos. No pude vivir sin ellos, los recuerdos no me sirvieron para mantenerme de pie, sólo me condujeron a un camino que no me arrepiento de haber tomado.
La noche que me fuí, no quise saber dónde estaban, qué hacían. Puse lo que necesitaba en mi bolso de cuero negro, y salí a caminar, esperando el atardecer, que me encontró en la plaza de mi pueblo, ya cansada y decidida a actuar. Tomé mi libreta y una lapicera que no funcionaba muy bien, y escribí dos cartas, idénticas, a los dos grandes amores de mi vida... sabiendo que jamás las leerían. Me contenté con suponer que los dos las sentirían en lo hondo de sus almas, así como yo sentiría el filoso frío atravesándome las venas.




Lo prometido es deuda. Con la espectativa de que le guste tanto como a mí me gusta lo que escribe él. Vocero, disfrútelo.

5 comentarios:

El Vocero dijo...

Me veo en cada letra, en cada coma, en cada punto, en cada pausa.

Me veo con mis lágrimas sobre este teclado comentándote.

Quizás debería decirte lo maravilloso que es, pues lo es. Pero se me ha hecho ese nudillo en la garganta que da esa sensación de asfixia que, a veces, me gustaría ocurriera.

Con tu permiso, guardaré ese escrito en lo hondo de mi alma para que fluya en mis venas.
Hasta que un filoso frío lo libere.

Beso tus pies.
Y tus pulsos.

Anónimo dijo...

Muy hermoso...
Simplemente eso.

El Vocero dijo...

Tras haber releído tu pausa hasta casi memorizarla, tras haber sentido tu dolor cual si fuera el mío, ahora, más tranquilo, te quiero agradecer desde lo más profundo de mi alma lo que has decidido compartir.

Hacía mucho tiempo que no me sucedía lo que me sucede. Hacía mucho tiempo que no sentía una caricia como la que siento que me acabas de dar. Esa caricia se llama compasión en su término más cabal de la palabra, la de compartir pasión.

Solo eso. Era justo y necesario que lo supieras.

Anónimo dijo...

Joder, me siento hasta indigna de comentar.
También en mí has provocado un nudo en la garganta.

Anónimo dijo...

Que precioso!!!