viernes, 25 de junio de 2010

Vuelta nº 162 - Destino, donde andarás... QUE ESTÉS SONRIENDO.

Hoy a la tarde fui al Parque España a respirar. A sentarme al sol, a despeinarme con el viento, a pintarme las uñas, a leer Galeano o Lingüística (claro que el primero era mucho más atractivo que la segunda), a sacar fotos, a ser feliz.
No sé por qué razón, pero estuve muy atenta a la gente. Siempre sostuve que en el parque se olvidan de que todos somos diferentes, desaparecen los prejuicios y coexisten, como si nada más importara... y bueno, le saqué fotos a mucha gente. A un niñito, a su abuelo, a una pareja de adultos, y... a una pareja de chicos que me llamó poderosamente la atención. Ella, por la cámara que colgaba de su cuello, su bolso de cuero marrón que llevaba mucho más de lo que se podía encontrar a simple vista, ahí había recuerdos, secretos, sueños, risas... y él, porque llevaba un termo de acero inoxidable y un mate artesanal, y la seguía como esperando que de una vez por todas se decidiera a dejar su cámara sólo un momento, como reclamándole atención.
La situación me hizo sonreír, me gustó tanto, que discretamente les saqué algunas fotos, con sumo cuidado de que no lo notaran, para que no me tildaran de loca. Así que, entre distracción y distracción, accioné el disparador de mi cámara varias veces, con (a mi gusto) buenos resultados.


Hasta ahí, las fotos de estas gentes eran algunas más de las tantas gentes que había fotografiado.
Pero, el muchacho no tuvo mejor idea que dejar el termo y el mate en el piso, dispuestos de una forma que sí o sí quería inmortalizar en una imagen... así que junté valor, y con mi mejor cara de "no soy una psicótica", les pregunté si no les molestaba que le sacara una foto a sus cosas, ahí en el piso como estaban. Me dijeron que no, que adelante. Saqué la foto, y después de un rato, volví
feliz a casa por la tarde de relax que había tenido.
Ya acá, sentadita de este lado de la pc, del mismo desde el que estoy escribiendo, publiqué las fotos en el facebook.
Hace un rato, un contacto me dice: "¿Puedo usar una de las fotos del parque para hacer una joda? Hay una foto de una amiga, y le voy a decir que se la saqué yo y no me vio". Accedo, con la condición de saber las repercusiones, y que le dijera que la que había sacado la foto, era la misma que había pedido fotografiar su mate...
Un tanto asombrado (bastante, en realidad) me cuenta que su amiga, la misma que estaba en mis fotos, me había sacado dos a mí.

No sé muy bien cómo definirlo. Pero el destino, la casualidad, o lo que sea que haya por ahí dando vueltas, no deja de sorprenderme. A mi manera, yo conocía a esa extraña. Cuando la ví sentí "eso", y me alcanzó. Y ahora, me entero que la extraña a la que le dediqué varias sonrisas desde ese banco de madera, en su burbuja personal (o en su cámara de fotos) me había hecho un lugarcito.

miércoles, 23 de junio de 2010

Pausa nº 58 - Silbando bajito.

Necesito pensar
que s
e puede curar
la locura de amar
a varios metros de la realidad.


Y si vos me agarrás
no me voy a soltar
igual que los demás
respondo a
la ley de gravedad.

jueves, 17 de junio de 2010

Vuelta nº 161 - El sabor de la incertidumbre.

Después de todo, uno nunca sabe lo que elige cuando está eligiendo.
Con el tiempo descubre si fue o no una buena elección.
Y ¿qué hacer con ese tiempo? ¿Qué hacer durante ese tiempo?
¿Cómo manejás la incertidumbre de no saber si supiste elegir lo que era mejor para vos?
¿Llegás a descubrirlo algún día?
¿O se vive con la duda latente todos los días?
Elegir está bueno. Uno se siente libre,
con poder autónomo de decisión.
Pero ésto... ¿ésto se elige? ¿Elegí elegirte?
Si lo hice, no me preguntes por qué,
no sabría contestarte.
Si no lo hice, si no elegí elegirte,
todo cambia y no me queda más que confiar en
que sos mi mejor opción, porque así lo dispuso alguna
fuerza mucho mayor a mi poder de optar.
¿Vos? ¿Vos elegiste? ¿Realmente me elegiste?
¿Cómo saberlo?
No sólo debo confiar en esa fuerza que te puso ahí,
en esa silla plástica al lado mío,
sino que también tengo que confiar en vos.
Y sí, confío en vos.
Confío en vos, y en tu forma de cuidarme,
de lo que sea que me cuidás.
Realmente no creo que sea tan malo en realidad.
No concibo la idea de que algo esté mal en vos.
Llamalo como quieras.
Llamame ilusa, llamame necia.
O no me llames.
Si no querés buscar las respuestas conmigo, no me llames.

- Espero, siempre tengas mi teléfono a mano.

domingo, 6 de junio de 2010

Vuelta nº 160 - Horizontes perfumados.

Ana podía ver el universo más amplio. No todo terminaba en esa burbuja que ella misma había construído, ahora lo sabía.
Tal vez fue un rayo de sol en su cara, la sonrisa de un anciano en la parada del colectivo, las hojas de otoño desprendiéndose de los árboles, la humedad de una mañana del mes de mayo, el café caliente de la medianoche, la correntada calma del río, alguna canción que azarosamente llegaba a sus oídos, una mirada cómplice con su mascota, el viento despeinándole la mirada, o cualquier otro acontecimiento pequeño, casi imperceptible... pero todo era diferente.
Sus ojos veían esa magia que vivía tácita entre las cosas... se le presentaba en forma de arco iris nocturnos, brisas cálidas, estrellas fugaces entrando a través de una ventana abierta, guiños del destino que antes no percibía, o simplemente se negaba a hacerlo.
Caminar, ahora implicaba ser consciente de que pertenecía al mundo, y que el mundo, si quería, le pertenecía a ella. Al sonreír, sonreía por placer, el placer de estar viva, viva por algo, sin vivir por vivir. Y Ana, vivía por ella misma. Descubría cada día que lo único que realmente poseía era su interior, sus ideas, y sus sentimientos. Quería hacer con ellos lo mejor que pudiera... sus ideas a menudo las escribía, y sus sentimientos... bueno, a esos los escondía. Los escondía para conservarlos mejor, más tiempo, más propios. También tenía sus sueños, y qué otra cosa hacer con ellos más que salir a buscarlos. No poseer un mapa que le facilite la tarea sólo aumentaba su deseo de concretarlos, sería más meritorio si lo hacía por sí sola. Así iba por la vida... con la mirada cargada de sueños, buscándolos en algún horizonte que tuviera perfume de caballero.