Pensaba en el tiempo que hacía que no abría el blog, que no publicaba nada, que no leía blogs ajenos... y se me ocurrió que tal vez me escudo en el "no tengo tiempo" por no asumir la responsabilidad de no poder escribir, de no tener cómo decir. Ideas no faltan, faltan palabras.
A algunas alegrías, frustraciones, satisfacciones, tristezas y felicidades, las palabras les quedan chicas (o muy grandes, a veces). No tengo palabras para escribir lo mucho que amo a mi novio, o lo contenta que me pone tener trabajo, lo que extraño a mis amigos, o lo que me frusta no poder tirarme a dormir una siesta, o ir al parque a tomar mates... no sé.
Siento que ahora que tengo una vida (que realmente tengo una, no como años atrás en los que sólo dormía y dejaba pasar el tiempo) tengo tiempo para vivirla pero no para escribirla. Y no es que no tenga ganas de hacerlo, insisto. Sencillamente no sé cómo.
Es como si nunca hubiera sido tan feliz y nunca hubiera puesto en práctica mi capacidad para plasmarlo.