domingo, 25 de julio de 2010

Vuelta nº 164 - Saramago dijo... "De los árboles pintados..."

De ese árbol, sí caían hojas. Lenta e imperceptiblemente, se iban desprendiendo de a una, como queriendo huir con el viento. Era una imagen triste, que sólo el árbol (o una parte de él) podía sentir. Como si poco a poco lo fueran desnudando. Arrancándole lo mejor de él, para luego dejarlo ahí, estático y solo, como si fuera sólo un árbol más. ¿Cómo podía él, tan inmóvil e indefenso, demostrar que era especial? ¿Cómo podía él, siendo tan vulgar a los ojos de la gente común, demostrar que estaba lleno de sentimientos que merecían ser valorados? ¿Cómo podía él, tan desprovisto de armas de ningún tipo, luchar contra los vientos que pretendían desmoronarlo?

Pausa nº 59 - Ahora...

Te observo de lejos, desde un lugar que ya no existe. Un lugar irreal como el recuerdo. Ese recuerdo que golpea tu* puerta contándote cuentos locos de amor.




* La mía, en realidad.

jueves, 8 de julio de 2010

Vuelta nº 163 - Rayuela.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.