sábado, 19 de septiembre de 2009

Pausa nº 24.

El cuadro a su alrededor parecía haber desaparecido. Ya no notaban el río delante de ellos, ni la inmensidad celeste de un cielo despejado, ni siquiera el césped donde estaban sentados. Sólo ella y él, frente a frente, uno perdido en la mirada del otro.El viento había hecho que el pelo de ella se desordenara, y él, nervioso ante la posibilidad de tocarla, alzó su mano derecha para despejarle el rostro...Ni él, ni ella, ni el mejor de los poetas hubiera podido describir lo que sintieron en ese momento... la yema de sus dedos cruzándole la frente, cálidos y suaves; bajando por su mejilla lentamente, arremolinándole la sangre, haciéndola parecer la niña que ya no era; su pulgar tentado ante sus labios, queriendo acariciarlos, conociéndolos al fin; el impulso de resistirse, y seguir por el mentón perfectamente joven de ella, que temblaba de placer... no lo había podido contener, ahora su palma completa recorría su cuello de un modo electrizante, para terminar llegando a su clavícula izquierda, haciéndola estremecer ante tanta ternura.
Era el turno de ella, y lo único que pudo hacer fue tomar la mano de él y posarla en su pecho, en el momento preciso en que su otra mano se apoyaba en el de él. Ahora los dos sentían el corazón del otro latir desbocado, enloquecido frente la compañía de uno igual, revolucionado por la presencia de esa mirada fija en la de su propio dueño.
Sin duda, lo que estaban viviendo no entraba bajo el concepto de mágico, no, traspasaba esa barrera, era mucho más. Tan indescriptible como los sabores, los aromas, la muerte.Se encontraban ahora tan cerca, que el espacio entre ellos era casi imperceptible... el seguía con una mano sobre el pecho de ella, y con la otra recorría casi tácitamente su espalda. Ella había cerrado los ojos, tratando de soportar todo su ser inquieto en su interior.No hay forma de definir quién se adelantó, quién lo aprobó, quién no se resistió... pero la atracción que sentían era tan urgente, que ya no pudieron demorar el beso, y se entregaron deseosos de saciar las ansias, la espera... explorando los labios del otro suavemente, sin apurarse, con pasión implícita y la piel en llamas...
El hecho es que no saben muy bien cuánto duró la entrega, pero cuando volvieron a ser dos, bastó con que se dedicaran una sonrisa para saber que habían sentido lo mismo, que no hacía falta hablar al respecto, que había sido todo lo que habían esperado... y después, tras mirarse el alma una vez más, volvieron a besarse.

2 comentarios:

El Vocero dijo...

De una exquisitez sobrenatural. Cada pausa, cada acción, cada imagen es como si la hubiera vivido en primera persona.
Tu poder descriptivo es admirable. Y el de trasmitir sensaciones loable.

Tus vueltas existencialistas me estremecen tanto como estas pausas tan soberbiamente humanas.

Esa mezcla que tienes aquí y de la que apenas una vuelta atrás te lamentabas, hacen que este lugar sea de otro planeta y otro tiempo.

Un beso enorme y gracias una vez más por compartir tan íntimos sentires.

Emmanuel Amieva dijo...

El empujón ideal para la inspiración de los últimos renglones... de eso que hoy pidió repaso de direcciones, el pequeño guiño confesando que ESO sigue ahí... vivo..., la pausa exacta para, en silencios y a la distancia, sacarme la sonrisa justa...

Tanta humanidad te sienta tan bien, amiga... tan bien...

No hay peor destino que callar... Callar es ponerle bozales a los latidos... Callar es perder... No voy a callar... No calles... ni a la vecina de al lado... ni a esa de ojos raros y pelos desordenados que habita en vos...