
Me sentía feliz. Meli lo llamó amornía. Puede ser satisfacción personal tal vez. La cuestión es que tenía ganas de reír, correr, saltar, bailar, cantar.
De hecho lo hice: corrí alrededor de la mesa como loca, salté en la cocina escuchando "Somos los mismos de siempre" y me saqué muchas fotos con cara de idiota y la lengua afuera... y fué mi mejor momento.
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