jueves, 5 de noviembre de 2009

Vuelta nº 118.


Sentada frente a la inmensidad del río marrón, se sentía tan humana como nunca antes. Respirar aroma a pino y jacarandaes le llenaba el alma y le dibujaba una sonrisa.
Estática ahí, no pensaba en nada ni en nadie, sólo disfrutaba. La gente la miraba porque, sin dudas, no era igual a las demás. Sus ropas de bambula blanca, su pelo desornado por el viento, decorado con un pañuelo del tono de sus ojos, hacían de ella una fotografía nostálgica, con una especie de magia.
Sin embargo, nunca se había sentido tan a gusto con la vida... con la suya. En ese momento era feliz. Todo el universo parecía conspirar a favor de ella, y curiosamente, se le notaba en la mirada. Le hubiera gustado saber si esa conspiración los favorecía a los dos... pero pensó que ya habría tiempo para descubir eso, y sólo se limitó a escribir, como si él en algún lugar pudiera leerla.


Escrito de ayer, sentada en el cordón de la vereda del monumento.

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