viernes, 18 de octubre de 2013

Vuelta nº 209 - Cabeza al spiedo.

Me costó encontrarle título a la entrada... y como hace unas vueltas atrás dije algo sobre los cambios que había habido en mí desde los comienzos del blog, me pareció... no se, buena idea, o apropiado ponerle así.
Cabeza al spiedo.
Todo esto viene a raíz de que hoy, como todos los viernes desde hace muuuuuuchos meses, fui a la psicóloga. Y fui a la psicóloga de onda, hace mucho que me da fiaca ir. Entonces contándole sobre mi desgano -para ir-, sobre mi bienestar y otras yerbas, decidimos que voy a empezar a ir menos.
Hasta hoy tenía dos formas posibles de leer toda la situación general: "me daba cosa dejarla", o "efectivamente hay algo que todavía no resolví que me impide abandonar las sesiones". Opté por la segunda. Creo, que porque tengo las herramientas para saber que, si realmente tuviera el deseo de dejar análisis, ya lo hubiera hecho (o no, tal vez... gracias a mis padres soy neurótica), y porque considero que algo del orden de la repetición está puesto ahí en la transferencia, y por ende debo trabajar sobre ello (me puse muy teórica?)
La sesión de hoy fue genial. Podría decir que hice un repaso sobre cómo fue evolucionando el análisis, y lo que es mejor, como fui evolucionando yo. Supongo que también vale aclarar que estos últimos días estuve muy atenta al blog, a las cosas viejas, por un proyecto que un amigo está llevando adelante. Me acerqué mucho a la Ro que era, y me doy cuenta de cuánto dista de la Ro que soy ahora. Sobre todo porque la Ro de antes se hallaba cómoda en el sufrimiento, estaba atrapada en ese goce. La de ahora por suerte se corre de los lugares en los que no quiere estar, con naturalidad, y sobre todo y lo más importante, sin alterarse.
Es muy difícil hablar de un análisis porque se dan cosas muy íntimas y a las que a veces cuesta poner en palabras (acabo de tener un deja vu), además de que al ser estudiante de psicología tampoco es fácil no leerlo en términos teóricos y ser clara al expresarme, para que entienda cualquiera. Lo mejor de todo es que uno empieza a ser quien realmente quiere ser, desata los nudos de la neurosis que generan malestar, y se amiga con otra parte de ella, que ayuda a ser feliz.

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