
Me sentía un adorno.
Nada que estuviera en la vida de alguien porque fuera realmente
útil, y mucho menos importante. Un
pequeño detalle decorativo, al que el dueño le sacude el polvo cuando sabe que va a tener visitas. Algo que permanece más por costumbre que por deseo
... un adorno nunca, absolutamente nunca, es prioridad.
Juntando mis pedazos, escribiendo... huyéndole a esos fantasmas que siempre supe me miraban desde algún lugar... queriendo crear seguridades donde no las hay, queriendo pisar firme ahí donde no hay estabilidad... intentando alejar las dudas donde no puedan afectarme... (tanto).