jueves, 3 de diciembre de 2009

Pausa nº 44.

Sentado bajo la ventana, con su taza de café calentándole las manos y su cuaderno en la falda, era más hermoso que ninguno...
En realidad, poco se yo de cómo se encuentra él, pero me gusta imaginármelo así... envuelto en el humo de esos cigarrillos que se que no le gustan fumar, entre hojas arrugadas que siente que no tienen nada que decir, y la poca iluminación que brinda una lámpara de escritorio cayendo sobre su figura.Las noches estrelladas me lo hacen pensar de una forma en la que nunca lo vi: conmigo... siento que esa imagen suya en una noche de invierno está incompleta sin mí. Sí, seguramente a él le gustaría que yo esté ahí. Para compartir el café, o mirar el paisaje por la ventana. O tal vez no.
El hecho es que no podré saberlo. Cuando su vida se fue armando aún más lejos de la mía, perdí todo tipo de contacto. Jamás volvió a abrir su mail (o eso presumo, porque no respondió ni a uno solo de mis correos) y probablemente haya cambiado su número de teléfono, porque no contestó las veces que lo llame.
Después de todo, era algo predecible. Mis locuras adolescentes que a él tanto le gustaban no durarían eternamente, pronto sentiría la necesidad de colocarle cimientos sólidos a su vida: una mujer, un proyecto, un futuro "normal"... y yo, no podía darle nada de eso.
Ahora parece que fueran años luz los que me separan de ese pasado, pero lo cierto es que lo imagino todas las noches, sentado bajo la ventana, con su taza de café calentándole las manos y su cuaderno en la falda, más hermoso que ninguno

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